Chacato Zúñiga, maestro de la fotografía en Tabasco
El maestro "Chacato" en su estudio. Foto de Juan de Jesús López |
Introducción
Una de las
primeras cosas de las que me enteré cuando llegué al periodismo cultural es que
en este valle anegadizo había otro, que no es de lágrimas precisamente sino de
rencores y ninguneos. Ese síndrome alacranezco lo pude observar en los sectores
de la poesía, la pintura y el teatro. Cuando me acerqué a la fotografía, me di
cuenta que la película como decía mi abuelo Mojodrilo, era la misma.
Lo peor era
que –en especial los jóvenes- siquiera conocían a fondo a los autores mayores y
menos la historia de la fotografía en Tabasco. Año con año no son pocos los que
buscan con ansiedad ganarse el premio Jaime Tirado pero son menos los que saben
quién fue ese autor.
1 A propósito de viejas amistades y
amigos viejos
El pasado
mes de octubre (2010), tomando unas cervezas en El Submarino platicaba con Francisco
Cubas sobre cómo se ha venido incurriendo en una aparente crítica que hace
tabla rasa de los aciertos y de la trayectoria de muchos fotógrafos
tabasqueños. Un poco para empezar a salir de eso, le adelanté, los del taller
“El ojo intruso” ofrecerán una charla sobre cuatro paidófotos en la Feria del
libro de la UJAT.
-¿De quién
hablarás tú? -me preguntó.
-De Chacato,
le respondí. Luego puse sobre la mesa aquella vez cuando, él como editor y yo
como reportero en “El sureste de Tabasco”,
me regresó una nota sobre el reconocimiento que la Sociedad Mexicana de
Fotógrafos Profesionales acababa de entregar al maestro “Chacato” Zúñiga.
-En esa
ocasión no entendí, ¿por qué tanta intransigencia hacia el tema si también
querías ser fotógrafo?, atiné a preguntar.
-Estaba muy
influido por el diplomado de fotografía -me dijo Cubas mientras el fotógrafo
Arquímedes Díaz pedía otra ronda y hacía el papel de testigo mudo-, pero ahora
creo que tenemos que aprender mucho de fotógrafos como él.
Esa anécdota
la presento porque, por discrepancias
como esas Cubas y yo terminamos un tanto distanciados y también porque, lo que
me dijo, es un reconocimiento creciente al fotógrafo tabasqueño del que hablaré
aquí y aventuraré un pequeño análisis de su obra.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
Quiero
aclarar que ese mismo diplomado de fotografía lo cursé yo con el mismo maestro
que está en esta mesa, Edmundo Segura por más señas, el mismo que forma parte
del grupo El ojo intruso que ofrece
aunque no se menciona en el programa, esta serie de charlas. También quiero
aclarar que el planteamiento de Segura es el mismo: actitud crítica y
reconocimiento, aprendizaje constante y cuestionamiento. Y un compromiso de los
mil carajos al menos para sus alumnos.
A principios
de este 2010, en el taller de fotografía independiente cuya sede es la casa de
uno de los miembros, nos propusimos hacer un reconocimiento a la trayectoria y
obra de los fotógrafos tabasqueños. Iniciamos con la coperacha de rigor para
las cheves. Hicimos la lista, anotamos sus pros y contras, discutimos y bebimos
muchas cheves. El proyecto se nos olvidó, claro está. Pero en septiembre pasado
retomamos el tema gracias a la invitación de la UJAT a través de su Dirección
de Extensión Cultural que dirige Miguel Ángel Ruiz Magdónel. Se hicieron
papelitos para la rifa de los tigres pero yo no participe porque ya había
iniciado una serie de entrevistas y tenía un texto adelantado sobre el maestro
Chacato Zúñiga, y bebimos más cheves.
2 Colgó las baquetas pero no la
cámara
Este maestro
sin aula, de cuerpo entero y aquí presente, por cierto, se llama Israel Zúñiga
Sánchez y es más conocido por fotógrafos y villahermosinos de antigua sepa como
“’Chacato’ Zúñiga”. Nació el 17 de abril de 1939 en Villahermosa y sus raíces
son de Nacajuca. Fue uno de los seis hijos del matrimonio formado por los
señores José Zúñiga Jiménez y la señora Esperanza Sánchez Ávalos.
El apodo le
viene de su abuelo Donaciano Chacato Zúñiga Penagos, español con alma de
viajero insobornable. En cambio la Fotografía y la disciplina de trabajo le
vienen de su padre, un hombre que también amó el oficio de la lente y el cajón
de fuelle.
“Antes de ir
a la escuela –me confió- a las seis de la mañana pasaba por el negocio de mi
padre, ‘Foto estudio Zúñiga’ que estaba sobre la Avenida 27 de Febrero entre
las calles Hidalgo y 5 de mayo. Llegaba a lavar fotos y hacía las impresiones
fotostáticas que me encargaba mi padre. Era la tarea más sencilla para mi edad
pero tenía que cumplir”.
Fueron sus
inicios y rutina, hasta que un día sorprendió a sus padres con una foto tomada
con una cámara de placa 5 X 6: “Recuerdo que tenía doce años, puse un cajoncito
y ellos se reían. Esa imagen es el único retrato que conservo de ellos”, apunta
siempre de la mano de su memoria.
Pero un
hombre que no ha tenido dos amores es un mentiroso, y el maestro lo tuvo, me
refiero a la música. Llegó a esos linderos gozosos por el lado de la familia
materna. “Mi madre era de Nacajuca y
cantaba en casi todas las reuniones familiares. Ya sabes que allá el que no es
músico es delincuente”, me ha dicho con tono malicioso.
“Lo cierto
es que mi hermano José del Carmen, el mayor de todos, tomaba clases de sax con
el maestro Héctor Díaz al que le decían La Bombita. Más tarde mi hermano Juan
también aprendió a tocar la marimba, por último yo aprendí a tocar la batería y
se creó la Marimba de los hermanos Zúñiga.
“Mi hermano
José del Carmen, el líder del grupo, organizó una orquesta y como se fue el
trompetista yo tuve que aprender rápido para reemplazarlo. Además de la marimba
familiar toqué en varios grupos como el Siboney”.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
Pero si hay
algo que nunca hizo el maestro fue quitar los ojos de cajón oscuro de la fotografía.
Vivió la etapa de la música, incluso fue músico de la Banda del Estado a la que
renunció por la fotografía. Colgó la trompeta y las baquetas.
-¿También
colgó la cámara maestro?, digo en son de broma en la entrevista que se prolongó
varias horas, y se completó días
después, en un café y en el estudio.
-No, no, no,
cómo crees. Contesta sorprendido.
-Me refiero
a la cámara análoga, reviro corrigiendo.
-Ah bueno,
esa sí, y no sólo yo, todos los de mi generación colgamos la cámara. La etapa
digital es una maravilla, yo la estoy disfrutando mucho.
-¿Volvería a
ser fotógrafo?
-Si, yo
repetiría, ahora que, preferiría ser maestro de fotografía. La fotografía es mi
vida y me permite vivir bien, no en lo económico sino en lo emocional.
3 Aquel barrio de bejuquillas, totes
y ranas
Para hablar
un poco sobre la vida y obra del maestro Israel Chacato Zúñiga lo entrevisté de
manera formal en su estudio, no fue suficiente y regresé, lo invité a platicar
a un café, no fue suficiente y regresé a su estudio donde aproveché para hacer
la que está colgada en la exposición al aire libre, aquí atrás de este foro. No
fue suficiente y me colé sin pagar en un cursito que dio para verlo en acción.
Constaté que
la fotografía es la segunda piel para este paidófoto de corazón, que ha formado
parte de su vida desde que correteaba como loco por las calles enlodadas de la
antigua Villahermosa. Insisto, sólo otra
cosa lo obliga a salir del tema en la charla, es la música. La música que va y
viene en sus temas fotográficos: las mujeres, los ancianos y los niños
preferentemente.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
Chacato, así
le dicen querenciantes de todo tipo, tiene una memoria prodigiosa que se suma
al apego de su barrio que está allá por la famosa bajada de “las turcas”, un
centro cultural de abolengo sexotérico. Platicar con él es hacer un recorrido
por lo visto y vivido en aquella antigua San Juan Bautista, territorio de
bejuquillas y de totes, “y un ranerío de los mil carajos” como recuerda con
jocoso acento choco.
En la sala
de su Foto Estudio, allá en la calle Galeana en pleno Centro de Villahermosa,
destacan las impresiones de los retratos artísticos más premiados y reconocidos
que ha venido realizando en los últimos años: son retratos de hombres casi
siempre adultos y de mujeres jóvenes. Con ellos ha ganado muchos
reconocimientos de la Sociedad Mexicana de Fotógrafos Profesionales (SMFP),
institución que lo ha condecorado con la medalla de Master de Fotografía. Y a
menos que esté en una sesión fotográfica, siempre recibe sin hacer esperar, con
un “Quiúbule muchachón o ‘Juanito’” como ahora me dice con buen humor. El pelo
cano y ensortijado, la tez morena, vestido como para salir a fiesta. Si llega
un cliente lanza un silbido y aparecen su hijo o su sobrino.
-¿Y el timbre
maestro?, le pregunto sorprendido por el sistema de llamado.
-No, ya nos
acostumbramos a los silbidos, contesta entretenido, tenemos varios para
distintas ocasiones.
4 Un creador de personajes
Un hombre no
es lo que acumula, es lo que ve, lo que vive y, con el maestro “Chacato”,
también se pueden agregar muchas otras cualidades. Como ya dije, la música es
una pasión tan grande que, si se lo pedimos en este momento, sacaría una
boquilla de trompeta que siempre trae con él, como amuleto o como recuerdo de
esos tiempos metido en las curvas y las corvas de la música.
Si
observamos con detenimiento, el tema musical, junto con la vejez son los dos
rieles por los que transita su obra fotografía. La querencia y experiencia de
músico se le impone en muchos de sus recreaciones y retratos, como la carnosa mujer
con violín en la foto titulada “Belleza y armonía” o el retrato del papá de
Brujo de los teclados, al que tituló “Abolengo musical”. La música es una
querencia inobjetable en su vida y sin duda determina su trabajo visual.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
Se podrá
coincidir o no con su forma de ver y mirar, el acomodo clásico de sus
elementos, pero si de algo podemos estar seguros es que se trata de un artista
de la fotografía, en especial, del retrato. Le conozco altibajos pero no demeritan
su trabajo. Como se decía antes, conoce al dedillo los menesteres de la
fototécnica pues casi tiene un fotómetro en la cabeza pero también la
sensibilidad necesaria para crear una situación que es para mi gusto el rasgo
que lo convierte en fotógrafo, en autor, en creador.
Y digo crear
una situación porque es un procedimiento estilístico en la obra del fotógrafo:
busca, se topa o encuentra a un sujeto y lo lleva hasta la idea de personaje
que ya tiene en su cabeza y surge a partir de las características encontradas
en el sujeto.
Así, a un
hombre de barba blanca lo convierte en un escritor, como se puede apreciar en esta
imagen que estamos viendo –foto de un hombre, Ángel Eleuterio, que por cierto
sí era escritor y alcanzó a dejar un libro de cuentos publicados precisamente
por la UJAT-.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
O bien esta
otra, donde un vecino de oficio albañil al que le coloca un violín entre las
manos, además vistió y moldeó con pose y luz
para convertirlo en un músico salido de alguna película de gitanos. En ambos
casos, no hay retrato de un personaje sino la creación de un personaje, aunque,
vale decir, algunos de sus retratados sí son músicos.
Como pueden
ver, ambos retratos tienen una composición clásica en todos sus aspectos: iluminación,
acomodo del sujeto, color de fondo, tratamiento atmosférico y creación de
personaje. Los dos personajes están situados a la izquierda en los tercios 2 y
4, una luz principal que separa al personaje del fondo apenas insinuado y
predominio de sombras.
Se podría
decir que Chacato es un retratista a secas, algunas de sus retratos parecen tan
obvios y con una factura tan limpia que apenas se percibe que nos está entregando en parte una ficción,
que nos está recreando un sujeto. Es un fotógrafo que casi nos está proponiendo
un personaje, pero, desde la perspectiva clásica de la fotografía. No en balde
son las que él señala como sus preferidas.
Incluso las jovencísimas
mujeres rebosando vida, las quinceañeras y las mujeres que se toman la foto de
recuerdo, sobrepasan la esperada imagen de ocasión celebratoria, y al pasar a
través de su mirada, confirman la pasión creadora de Chacato, que ha tomado
hermosos retratos consiguiendo la misma luz y atmósfera lograda en su estudio
–o al revés- en los parques de la ciudad.
Foto cortesía del maestro Israel "Chacato" Zúñiga |
Sus trabajos
ratifican un estilo que se nutrió del cine de oro mexicano y de la fotografía
antigua como el virado al sepia y el pintado al óleo, esa época de la
fotografía que era digital antes de la Era digital de nuestros días porque se
hacía con las manos, como él dice en son de broma.
Tuvo la
fortuna de haber vivido casi todas las etapas de la fotografía clásica, las
emulsiones, los químicos, los revelados, el cuarto oscuro, las cámaras de placa
y las de rollo, esas etapas que se sucedían lentamente y había tiempo para amarlas y dominarlas con
el prodigio que tenían los alquimistas. De ella conserva algunas que de vez en
cuando presume en exposiciones.
Final final
Cuando le
pregunté cuál era su secreto, me dijo sin falsa postura, que no se mueve. Si
puedo –enfatiza- paro mi corazón. Tamaña filosofía de creación es suficiente
para describir a este maestro sin aula, y es un gustazo enorme tenerlo con
nosotros y reconocerle.
Un abrazo
maestro
Y un aplauso
Juan de Jesús López/Villahermosa/ Noviembre de 2010. FUL Tabasco.
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