Sobreviven los tamborileros boteando en la ciudad
Sin los falsos folklorismos indigenistas que coreografían a los ejecutantes con el calzón de manta blanco, los huaraches y el chontal, y sin el maquillaje cultural de las escenografías teatrales para atracción turística
Los tamborileros y la música de tamborileros son todavía un
patrimonio cultural vigente. Lo mismo se les puede ver acompañando las fiestas
populares de las comunidades que en las tarimas de los eventos escolares o, la
mayoría de las veces, en los escenarios opulentos de los encuentros de danzas
folclóricas. Pero donde más se les disfruta es en la espontánea convivencia urbana.
A los tamborileros se les puede ver y gustan mucho más a ras
de calle, sin los falsos folklorismos indigenistas que coreografían a los
ejecutantes con el calzón de manta blanco, los huaraches y el chontal, y sin el
maquillaje cultural de las escenografías teatrales para atracción turística que
todo lo convierten en regionalismo trasnochado y clasista.
Los fines de semana por las tardes en las calles del Centro
Histórico de Villahermosa, por ejemplo, se dan cita dos y hasta tres grupos
formados por jóvenes en su mayoría pero también por familias que incluye niños:
vienen a tocar y botear, aunque bien se podría decir que vienen a chontalear
porque lo que ponen en el suelo para que tiren la monedas los paseantes que se
detienen a escucharlos es un sombrero chontal.
Destacan el empeño serio de los jóvenes que salen a tocar en
las calles la música tabasqueña y música popular con el “vestuario” nada
tradicional: sus tatuajes y sus piercings, con sus tenis y pantalones de
mezclillas, con sus playeras con leyendas en inglés. Se paran a tocar frente a
los cafés y los comercios concurridos de la Calle Juárez.
Algunos forman parte del grupo oficial de tamborileros del
Instituto Estatal de Cultura: estamos ensayado, dicen como para disimular que
salen en busca de unos pesitos. Otros son jóvenes amigos que combinan los
tambores chontales y los tambores requinto de la batucada, pero también se
puede uno encontrar con un grupo familiar formado con hijos papás hermanos y
tíos, todos hombres, que arman su bulla y divierten a los viandantes.
La gente los escucha y se detiene, reconoce el ritmo y
celebra, baila y les explican a los niños. Las mujeres son las que mejor
entienden la música de los tambores, la caderas se les mueven sin querer o
queriéndolo. Son los que más se divierten.
Mientras en el Teatro Esperanza Iris se celebra el 8° Festival
de Danza Folklórica en las calles de Villahermosa se vive la música de los tamborileros,
a ras de calle. Son el reflejo de la cultura popular tradicional que se vive y
vive sin los tapujos tradicionalistas.
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