Ver y vivir la vida como una constante valoración
de
significados
"Ponía de manifiesto que su vida era una constante
valoración de significados", eso dice el viejo perro calenturiento -tal
como se autodescribe- James Ellroy en su biografía -según yo- novelada que en
español se tradujo como "A la caza de la mujer".
En el libro publicado por Mondadori en diciembre de 2011,
Ellroy describe a una de sus diosas, una de las mujeres que más lo marcaron –tres
para ser exactos-, a una escritora como él. Lo traigo a colación después de dos
lecturas seguidas y una larga convivencia a lo largo de dos semanas con este impreso
que no tiene desperdicio por la experiencia de vida.
"A la caza de la mujer" es un libro que me
atrapó como texto literario y como libro de principios y de pasiones a veces
retorcidas o muchas otras tantas espirituales. La frase, por ejemplo: "Ponía
de manifiesto que su vida era una constante valoración de significados", me parecen sabias palabras. Cuando la leí entendí de pronto de manera muy clara que ese es el objetivo
inicial y final en la vida de un escritor –poeta, narrador, ensayista,
dramaturgo- pero también de un pintor, de un fotógrafo, y por qué no, de un
reportero.
Ver y vivir la vida como una constante discriminación y
valoración de significados. Sobre todo en el mundo de la fotografía
contemporánea, pienso que, un autor no logrará trascender si sus imágenes no
atrapan un rasgo vital de la condición humana, una emoción universal que las
haga saltar de la mera descripción a la revelación simbólica.
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